USHUAIA
Argentina
20/08/2004
CRÓNICA DE VIAJE: Por María Podestá
El viernes llegamos al moderno aeropuerto de Ushuaia, “Malvinas Argentinas”, ya entrada la noche y con mucho frío. Nos alojamos en el Hotel “Los Yámanas”, recientemente inaugurado, ubicado sobre la Bahía Golondrina. Nos esperaba a comer Emmanuel Herbin, en su restaurante “Chez Manú”, camino al glaciar Martial. Allí nos contó que nació en Orleáns, cerca de París, que quedó deslumbrado con los paisajes de Ushuaia y decidió afincarse en esta tierra.: “Acá podemos explotar los productos regionales para darle un toque diferente a nuestra cocina franco-patagónica”. Mejillones gratinados a la provenzal, centolla “chez Manu”, conejo fueguino a la mostaza antigua y, de postre, una degustación con mini volcán de chocolate, crumble de manzana y coulis de calafate. Productos regionales con mano francesa, una buena combinación que resultó sorprendente, rodeados de una panorámica vista de la ciudad.
Al día siguiente emprendimos el obligado y pintoresco city-tour. El tiempo amenazaba con lluvia y llovió. Maravillosos colores se mezclaban entre los barcos del puerto, un cielo plomizo y el arco iris que no tardó en aparecer. Almorzamos en el tradicional restaurant “Tía Elvira”, justo enfrente del muelle turístico. Oscar y Edith Siegel, propietarios y chef del lugar, nos sirvieron la afamada centolla fueguina, presentada en su caparazón, mejillones y la merluza negra a la Tía Elvira, de postre crêpes de dulce de leche y sorbetes caseros. Salimos apurados para abordar el Catamarán “Massimo”, en una excursión que recorre la Bahía de Ushuaia hasta alcanzar el Canal Beagle. Navegamos alrededor de la Isla de los Pájaros con su avifauna fueguina de Skúas, Albatros de Ceja Negra, Patos Vapor, Cauquenes, Gaviotas Cocineras y Grises, y de la Isla de los Lobos, con sus lobos marinos de uno y dos pelos. Al llegar al Faro Les Eclaireurs (Los Iluminadores), colonias de Cormoranes Imperiales invadían sus rocas. Unos cafés bien calientes resultaron indispensables para afrontar la caminata guiada por los senderos de una de las islas Bridges, visitando los Concheros Yámanas. Al regresar, la imagen de la bahía multicolor, con la cordillera nevada como telón de fondo, nos dejó en silencio.
La comida era en el Hotel “Las Hayas”, donde Alberto Andersen, su Gerente General, nos acompañó en la cena con sus interesantes anécdotas sobre la Guerra de Malvinas. Su ubicación ofrece la vista más increíble que podamos imaginar de toda la bahía y sus alrededores. El restaurant, elegantemente decorado, acompañó los platos de centolla fresca, langostinos grilllés, salmón en papillote, mousse de chocolate y espuma de limón. Los vinos se guardan en una bodega cavada en la roca virgen, a temperatura.
El domingo misa en “Nuestra Señora de la Merced” de la Obra Salesiana y después visita al Presidio y Cárcel de Reincidentes, donde estuvieron alojados los condenados más peligrosos del país y varios presos políticos. Cerró sus puertas en 1947. En el restaurant “Tante Nina” probamos las especialidades de la casa, para destacar la centolla fueguina y la sopa de mariscos. Nos dirigimos al Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), donde Ernesto Piana, reconocido arqueólogo e investigador del CONICET, quien encabeza el Proyecto Arqueológico Canal Beagle desde 1975, nos inició en las conmovedoras epopeyas en el proceso de descubrimiento y colonización de estas lejanas regiones australes y su rica cultura indígena:
“Los Yámanas eran canoeros nómades que habitaban las costas fueguinas desde unos 6.300 años atrás. Hace doscientos años, la llegada de expediciones europeas al Canal Beagle marcó el comienzo de su extinción en el siglo XX”. Las fotos los muestran fuertes y bajos, el tórax ancho y largo, brazos robustos y piernas delgadas y combas. Andaban desnudos y para protegerse del frío se untaban el cuerpo con grasa de foca o lobo marino. Se desplazaban en su canoa trasladando a toda la familia, perro, utensilios, armas, comida y una permanente fogata en el centro de la embarcación, una armazón revestida con corteza. Para sobrevivir en el clima frío de Tierra del Fuego necesitaban una alimentación a base de grasa. Como la oferta vegetal del bosque no alcanzaba comían mejillones, de allí los “concheros”, yacimientos arqueológicos anulares formados por los restos de las valvas, que se encuentran en las costas fueguinas. El aporte seguro de grasa eran los lobos marinos y alguna ballena cuando varaba, mientras que en tierra capturaban aves con lazos. Solamente las mujeres sabían nadar, conducían la canoa y recolectaban mariscos. Cuando los bancos de mejillones se acababan, cada 3 ó 4 días se mudaban a otro lugar, lo que explica su nomadismo. Cada familia vivía sola y separada de las demás, en precarias chozas hechas con ramas y hojas de árboles, donde mantenían siempre el fuego encendido. Eran muy apegados a sus hijos y se visitaban con parientes y amigos. La extinción empezó cuando llegaron los loberos europeos y comenzaron a desaparecer los lobos marinos, aún antes de que los europeos descubrieran el canal Beagle. Según el misionero anglicano Thomas Bridges, en 1884 había unos 1.000 indios de los cuales 213 eran hombres, 314 mujeres y 413 niños. Pocos meses después, luego de una epidemia de sarampión, muere la mitad. Para1886 Bridges censa 397 personas. El Padre Gusinde estimó la población en 50 para 1945 y el Censo Indígena de 1966, da la cifra de “2”, lo que demuestra la total incompatibilidad del Yamana con la civilización europea”. Situado en un alto con vistas al puerto de Ushuaia, el restaurant “Kaupé” era el lugar ideal para nuestra cena. Íbamos muy recomendados por María que había estado el año anterior, y la verdad que no nos defraudó. Ernesto Vivian, su propietario y chef, junto a su mujer Tessy Bran, nos recibieron con afecto y la cordialidad que caracteriza a este lugar. La comida es excelente. Recomendable la centolla, las vieiras antárticas y la merluza negra de cualquiera de las formas quela preparan. De postre un buen crêpe relleno de dulce de leche o una espuma de limón. Acompaña una excelente carta de vinos que cuenta con las etiquetas más selectas de las grandes y pequeñas bodegas argentinas.
El lunes amaneció bajo un manto blanco de nieve, el avión no salía por la intensa tormenta. Al mal tiempo buena cara!. Altos del Valle, ubicado a19 km. de la ciudad, es el refugio de un singular personaje de la región, conocido como el “Gato” Curuchet. Un lugar excepcional donde crían perros siberian huskies y alaskan, y es posible hacer travesías en trineos de perros, además de muchas otras actividades, y degustar comidas regionales. Una experiencia única, donde las fotos dicen más que mil palabras. Pasado el mediodía llegamos al moderno Centro de Cerro Castor, que fue inaugurado hace pocas temporadas, y sigue año tras año complementando su oferta e instalaciones. Ateridos de frío nos zambullimos en su restaurant “Morada del Águila”, alrededor del inmenso hogar circular donde ardía el fuego. Fanáticos del famoso cordero fueguino que se come aquí, la cazuela de cordero y algunos vasos de vinos fueron el complemento perfecto para nuestra charla sobre las experiencias vividas en el sleg-dog. El encuentro con el equipo internacional de Italia, entrenando en sus pistas a lo largo de la temporada, fue el broche de oro para una jornada excepcional. Luego de largas horas en el aeropuerto y no menos dimes y diretes, emprendimos el vuelo de regreso a Buenos Aires.